¿Sabías que, según un informe del Eurobarómetro de 2022, el 59% de los ciudadanos europeos se preocupa por la desinformación y los bulos relacionados con los alimentos? En un sector tan crítico como el alimentario, las consecuencias de la propagación de mitos pueden ser graves, afectando tanto a la salud pública como a la confianza de los consumidores. Veremos cómo la desinformación impacta en la seguridad alimentaria y cómo encontrar herramientas para combatir este fenómeno.
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Impacto de los bulos en la seguridad alimentaria
Los bulos y la desinformación sobre alimentos no son nuevos, pero con la proliferación de las redes sociales, su alcance y velocidad de propagación han aumentado exponencialmente. Desde mitos sobre alimentos procesados hasta teorías conspirativas sobre aditivos, estos mensajes pueden generar miedo innecesario y decisiones equivocadas en los consumidores.
En la era de las redes sociales, los influencers tienen gran impacto en las decisiones de consumo, incluidas las relacionadas con la alimentación y la nutrición. Sin embargo, muchos de ellos carecen de formación en seguridad alimentaria o nutrición, lo que lleva a la difusión de información incorrecta. Desde dietas extremas hasta consejos sobre alimentos supuestamente “tóxicos”, estos mensajes no solo confunden a los consumidores, sino que también pueden poner en riesgo su salud.
Es importante aprender a evaluar la credibilidad de las fuentes y busquen información respaldada por expertos y evidencia científica, especialmente en un ámbito tan delicado como la alimentación.
Un ejemplo reciente es el bulo de que los alimentos congelados transmiten COVID-19. Aunque organismos como la EFSA han desmentido esta afirmación, el daño a la confianza del consumidor y las pérdidas económicas en el sector alimentario ya estaban hechas.
Mitos sobre Alimentos
Mito 1: Si huele bien, está en buen estado
Uno de los mitos más extendidos es creer que un alimento es seguro para el consumo únicamente porque «huele bien» o «parece estar en buen estado». Sin embargo, las bacterias patógenas como la Salmonella o el E. coli no alteran el olor, color ni sabor del alimento, pero pueden causar intoxicaciones graves.
La formación del manipulador de alimentos enseña a interpretar correctamente las fechas de caducidad y las condiciones de almacenamiento necesarias para prevenir riesgos invisibles. Por ejemplo, un yogur que haya pasado su fecha de consumo preferente podría no ser peligroso, pero un pollo refrigerado más allá de su fecha de caducidad supone un riesgo claro.
Mito 2: Congelar alimentos mata todas las bacterias
Es común pensar que el congelador es un lugar donde las bacterias desaparecen mágicamente. Aunque la congelación detiene el crecimiento bacteriano, no las elimina. Al descongelar alimentos a temperatura ambiente, estas bacterias pueden multiplicarse rápidamente.
Un manipulador de alimentos aprende técnicas seguras para congelar y descongelar, cómo hacerlo en la nevera o con agua fría, garantizando que los alimentos mantengan su seguridad y calidad.
Mito 3: Es seguro descongelar alimentos a temperatura ambiente
Este mito está relacionado con el anterior y persiste en muchas cocinas. El riesgo es que, al descongelar a temperatura ambiente, los alimentos entran en la «zona de peligro» de temperaturas (entre 5 °C y 60 °C), donde las bacterias se multiplican rápidamente.
En los cursos de formación, se insiste en la importancia de evitar esta práctica y se recomiendan métodos más seguros como el uso del microondas o el almacenamiento en la parte baja del frigorífico durante el tiempo necesario.
Mito 4: El vinagre o el limón desinfectan los alimentos crudos
Aunque son ingredientes ácidos y pueden reducir algunas bacterias, ni el vinagre ni el limón son efectivos como desinfectantes. Lavar frutas y verduras con agua corriente y, en algunos casos, con lejía apta para alimentos, es la única manera de garantizar su seguridad.
Un manipulador de alimentos certificado conoce los procesos adecuados de desinfección y la importancia de seguir normativas oficiales.
Mito 5: El pan mohoso puede comerse si quitas el moho
Este es un error que puede salir caro. El moho visible en los alimentos es solo la punta del iceberg; debajo de la superficie pueden estar presentes toxinas invisibles que resultan dañinas.
La formación enseña a distinguir qué alimentos pueden ser recuperados y cuáles deben ser desechados por completo. Además, los manipuladores aprenden a identificar prácticas de almacenamiento inadecuadas que fomentan la proliferación de hongos.
Mito 6: Los alimentos recién cocinados pueden dejarse fuera toda la noche
Aunque parezca inofensivo, dejar alimentos cocinados a temperatura ambiente durante varias horas aumenta el riesgo de contaminación bacteriana. Este mito ignora el peligro que supone la reproducción de bacterias como el Clostridium perfringens.
Los manipuladores de alimentos están capacitados para aplicar el concepto de «dos horas de seguridad», asegurándose de refrigerar los alimentos en el menor tiempo posible tras cocinarlos.
Mito 7: El azúcar moreno es más saludable que el azúcar blanco
Aunque contiene trazas de minerales, la diferencia nutricional entre el azúcar moreno y el blanco es mínima. Ambos deben consumirse con moderación para evitar problemas de salud.
Mito 8: Los conservantes son siempre dañinos
Muchos conservantes, como el ácido ascórbico (vitamina C), son seguros y esenciales para prolongar la vida útil de los alimentos. No todos los conservantes son artificiales o perjudiciales.
Mito 9: Los alimentos ecológicos no necesitan ser lavados
Esta creencia es peligrosa porque ignora riesgos como contaminaciones por patógenos. Lavar adecuadamente todos los alimentos, incluidos los ecológicos, es fundamental para la seguridad alimentaria.
Mito 10. El mito de que los huevos aumentan el colesterol
Durante años se creyó que el consumo de huevos debía limitarse estrictamente por su contenido en colesterol. Sin embargo, estudios recientes han demostrado que el colesterol de los huevos tiene poco impacto en los niveles de colesterol en sangre para la mayoría de las personas. El colesterol dietético de los huevos tiene poco impacto en los niveles de colesterol en sangre para la mayoría de las personas. Este bulo ha llevado a muchas personas a evitar un alimento altamente nutritivo y versátil sin razón científica.
Mito 11. Huevos de cáscara blanca vs. marrón
El color de la cáscara de un huevo depende de la raza de la gallina, no de su valor nutricional. Tanto los huevos blancos como los marrones contienen los mismos nutrientes esenciales. El color de la cáscara de un huevo está determinado exclusivamente por la raza de la gallina que lo pone, no por su valor nutricional. Tanto los huevos blancos como los marrones contienen los mismos nutrientes esenciales, como proteínas de alta calidad, vitaminas y minerales. Sin embargo, esta creencia errónea todavía persiste en algunos sectores, demostrando cómo los mitos alimentarios pueden influir en las decisiones de compra y generar confusión entre los consumidores.
Mito 12: El aceite de oliva y su alto contenido en grasas
Antiguamente se pensaba que el aceite de oliva era perjudicial por su alto contenido en grasas. Sin embargo, hoy sabemos que sus grasas monoinsaturadas son beneficiosas para la salud cardiovascular y forman parte esencial de la dieta mediterránea. Esta creencia llevó a muchos consumidores a evitarlo en favor de aceites más ligeros o productos bajos en grasa, basándose en la idea errónea de que todas las grasas eran dañinas. Sin embargo, estudios científicos han desmentido este mito, destacando al aceite de oliva, especialmente el virgen extra, como un alimento clave en la dieta mediterránea. Rico en ácidos grasos monoinsaturados y antioxidantes como los polifenoles, su consumo moderado no solo ayuda a regular el colesterol, sino que también protege contra enfermedades cardiovasculares y tiene propiedades antiinflamatorias.
El manipulador de alimentos en la lucha contra la desinformación
Los manipuladores de alimentos son una de las primeras líneas de defensa contra la desinformación en seguridad alimentaria. Su formación adecuada no solo les permite aplicar las mejores prácticas higiénicas, sino también educar a los consumidores con información basada en evidencias científicas.
Una de las principales fuentes de desinformación en la alimentación son los titulares sensacionalistas o clickbaits que circulan en redes sociales y medios digitales. Están diseñados para captar la atención y generar visitas, a menudo distorsionan la realidad, alarman a los consumidores o simplifican conceptos complejos.
Estos mitos no solo desinforman, sino que también pueden poner en riesgo la salud de los consumidores al promover hábitos poco saludables.
Para el manipulador de alimentos, la formación continua es clave. Los profesionales del sector alimentario han actualizarse constantemente sobre normativa y buenas prácticas. Su papel es clave para educar a los clientes o consumidores con datos verificados, evitando la propagación de bulos que puedan afectar tanto la seguridad alimentaria como la confianza en los productos.
Cómo combatir las falsas creencias alimentarias
Los propietarios y gerentes de negocios de alimentación también tienen un rol fundamental. Aquí hay algunas estrategias prácticas para combatir la desinformación:
- Educar al personal: Asegúrate de que todo el equipo esté bien informado sobre los riesgos reales y los mitos comunes.
- Comunicar con transparencia: Proporciona información clara y accesible sobre los procesos y medidas de seguridad alimentaria en tu negocio.
- Utilizar fuentes confiables: Comparte información respaldada por entidades como la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), EFSA o la OMS para refutar bulos.
Además, incluir una sección de preguntas frecuentes en la página web de tu negocio puede ayudar a aclarar dudas y desmentir creencias erróneas.
Como hemos visto, muchos de estos mitos surgen por desconocimiento o por confiar en prácticas tradicionales que no son seguras. Aquí es donde la formación del manipulador de alimentos se convierte en una herramienta indispensable. No solo garantiza que las personas que trabajan con alimentos sigan normativas actualizadas, sino que también ayuda a desmentir bulos que pueden poner en peligro la salud pública.
Al completar un curso certificado, los manipuladores adquieren conocimientos sobre higiene personal, control de temperaturas, almacenamiento adecuado y técnicas de limpieza. Esto no solo protege a los consumidores, sino que también fortalece la confianza en los establecimientos alimentarios.
La lucha contra los bulos y la desinformación en seguridad alimentaria es una responsabilidad compartida entre profesionales del sector, propietarios de negocios y manipuladores de alimentos. La formación continua y el compromiso con la verdad son las herramientas más poderosas para proteger a los consumidores y fortalecer la confianza en el sector alimentario.
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